Si miramos en retrospectiva y vemos el apoyo ciudadano a Michelle Bachelet, sumado a las demandas sociales en su mayor momento, es que esperábamos un gobierno que produjera cambios sociales profundos, haciendo retroceder verdaderamente el sistema neoliberal que ha producido la desigualdad en Chile. Pero ya en el primer año nos empezamos a encontrar excusas, palabras titubeantes y un miedo de enfrentar a los poderes económicos.
Claro que esto se agravó con las acusaciones de corrupción que llegaron a su propia familia, obligando a pisar con más cuidado y más despacio el camino de estos últimos cuatro años. Así llegamos a un completo desorden de prioridades, como la vergüenza del intento de cerrar Punta Peuco horas antes de entregar el mandato, o presentar proyectos en la última semana los cuales se debieron presentar hace mucho tiempo, esto para lograr un apoyo al despedirse, demostrando una estrategia comunicacional simplista y totalmente básica.
Pero es innegable que se logró un pequeño avance, se pudo sacar adelante puntos que eran inevitable frenarlos, pero cada paso dado fue nuevamente y como todos los gobiernos de la Concertación, “en la medida de lo posible”. Como por ejemplo la gratuidad universitaria o los avances en los temas valóricos. También el cambio al sistema binominal, que permitió la apertura de nuevas representaciones en el congreso… un congreso que estaba totalmente deslegitimado por la sociedad, por lo que era inminente el cambio.
Llegamos al final de un gobierno que venía a realizar importantes cambios, algunos totalmente deslumbrados por el apoyo de entonces, se aventuraron a decir que traían una “retroexcavadora”, pero terminó siendo un pequeño rastrillo que sacó algunas piedras del camino para que nadie se enoje.
Los que creemos en una sociedad diferente, donde el dinero no sea el valor central nos quedamos con ese gusto amargo de que sí es posible y que hay que tener voluntad. Pero para otra parte de la sociedad, se deja la duda si es posible cambiar el sistema o solo son utopías, es así que ante la inseguridad de lo que pudiese venir, se termina votando por lo que conoce como estable y vemos nuevamente como se le entrega la banda presidencial a la derecha.
Estos cuatros años demuestran que se puede cambiar el nombre, agregar más organizaciones como el PC, pero sigue siendo la misma concertación que conocimos, la que no hizo nada para que el dictador terminara sus días en la cárcel, para cambiar concretamente la educación, la constitución y todo lo que ha sido el triste legado de la dictadura, que todavía nos sigue. Solo se realizaron cambios que no molestaron al poder real, avances “en la medida de lo posible”.