El ego, sectarismo y el fracaso de las autoridades de las izquierdas

En la búsqueda de darle salida institucional a momento de máxima tensión del 2019, se pactó un acuerdo para cambiar la Constitución, con una serie de llaves muy bien puestas que a la luz de los años pasados, para que hagamos un intento de que las cosas que cambien sin que cambien.

Podríamos quedarnos en ese espacio de llanto y lo sucedido en aquel entonces, pero la verdad es que pasó mucha agua bajo el puente en los años venideros. Dentro de ellos una cantidad de autoridades electas de izquierda, incluso de sectores extra parlamentarista e independientes que aglutinados lograron una fuerte representación en la convención, pero que incluso algunos aprovecharon el vuelo para las municipales, cores y parlamentarias.

Luego de haber pasado el viento de las elecciones, vino el proceso de instalación en los cargos y dar luces al camino de las transformaciones, los convencionales estaban en su propia lucha entre cuatro paredes (da para otra columna todo eso), pero quienes estaban en espacios locales o de interacción directa con la ciudadanía, tenía otra responsabilidad.

El primer e histórico compromiso era el de apoyar el crecimiento y fortalecimiento de aquellos los proyectos políticos y sociales marginados por la cultura binominal o nacientes del octubrismo, que en ocasiones incluso aportaron a ser electos. Esto no es solo un caso anecdótico, ya que si no se cumplía este tipo de integración, ya se comienza a comprender el desapego de las convicciones tan replicadas en cada boca discursiva y trasnochada desde los 90 en adelante.

Ya después las esperanzas estaban puestas en que, bueno ya que no hay ánimos para unir fuerzas, por lo menos comencemos un avance en los procesos integradores con los barrios, con importantes señales del alejamiento al proceso vivido en los famosos 30 años. Aunque se vieron intentos de esto, el sectarismo y la sensación de ser los elegidos, sin entender que sus elecciones respondían a un proceso coyuntural específico, no dejaron oír otras voces ni pensar que las cosas se podían hacer de otra forma.

Claro que estas palabras como egos, sectarismo o cualquier otra, tienen una carga directa importante de intencionalidades y de presunta inteligencia para tener tan habilidad de llevar procesos perversos de aprovechamiento para llegar a un grado de poder y luego deshacerse de quienes empujaron un poco. Pero no, la verdad apreciada desde afuera es la de un club de amigos medio torpe, con muchos errores no forzados, buscando solamente la administración del espacio, sin lograr objetivo alguno ni menos una tendencia o proyecto claro por la cual se quiera avanzar.

Lamentablemente el daño que han hecho no solo va a replicar en su gestión, a un poco más de un año de llegar al cargo, si no son capaces de retomar algún tipo de rumbo, el golpe afectará a todos los sectores que busquen transformaciones reales en la ciudadanía. Pero es inevitable saber que al final solo es hablar con la pared.

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