Ya han pasado tres años de estar en una plaza repleta de pueblo exigiendo cambios profundos, pero que no son solo transformaciones, de hecho no se puede descifrar si había una petición concretar o algo que se demanda en particular… Era más un grito de ahogamiento, de gente asfixiada por una forma de vida que solo se puede sobrellevar en cuotas, donde si no eres productivo, el destino para por encima de tu ser hasta destruirte emocionalmente.
Esas reflexiones del momento le resonaban en la cabeza a Marcos, quien no podía sacar de su espíritu la impotencia de creer que no se había conseguido nada, que su vida seguía siendo la misma. Es que habían pasado tres años desde que él decidió aportar desde su formación educativa en esta revuelta popular. Estudiante de auxiliar de enfermería, desde su camilla armada con una tabla y un colchón viejo, había podido levantar desde el suelo a chicas y chicos que eran golpeados por la brutalidad del estado represivo.
Sin duda eran momentos de acongojo dentro de su hogar, más viendo en televisión a los políticos de siempre celebrando un acuerdo de paz, como una gran obra, en contraste con él tenía que endeudarse por 144 cuotas de 550 mil pesos para continuar con sus estudios. En ese instante decidió emplazar a su padre:
– ¿De que sirvió todo esto? ¿Tiene sentido luchar por lo que creemos cuando todo el destino está tan marcado?
– Marco, si estuviste ahí e hiciste lo que creías que tenías que hacer, entonces si vale la pena… Porque los ideales no son solo para hacer comentarios redes sociales o en una linda conversación, si no para aferrarse a ellos al momento confusos, cuando tenemos dudas de nuestras acciones y darle sentido a nuestra forma de vida.