Con esperanza la gente busca cambios: lo nuevo, con miedo busca estabilidad: lo conocido. Así decía algún principio, y es que sin duda el coronavirus ha generado un desorden de lo que entendíamos como política, en distintos lugares del mundo. Los partidos están reestructurando sus discursos ideológicos, en función del nuevo rol que tendrán los Estados, buscando centralizarlos para demostrar cierta estabilidad y para tomar el poder.
Seguramente nos encontraremos en un escenario muy distinto, donde los ejes políticos y económicos que han estado influenciando, en gran medida dentro de Latinoamérica, caigan y solo queden con fuerza para recomponer sus propios territorios, a excepción de China y Rusia, quienes podrán tomar una función dominante, al terminar el congelamiento mundial de una manera sólida social y económicamente, haciendo un contrapeso a EEUU y más fuerte que el que podía hacer antes de la pandemia.
Europa en general ha podido rehabilitar el bipartidismo como sistema político, logrando que los gobiernos y sus oposiciones clásicas post guerra fría han logrado generar un respaldo en plena pandemia. Esto les ha servido para barrer los movimientos emergentes progresistas y de extrema derecha, como un Podemos y un Vox, en España. Pero dentro de esa pequeña cuenta alegre, que no ha sido gratis, han tenido que reconocer los errores de las supuestas verdades reveladas del sistema liberal de mercado. Y a esto se podrá sumar los problemas económicos que van a sobrevenir y que generará una búsqueda de dinero necesario, para volver a recomponerse. Eso significa que mirará con ojos devoradores a Latinoamérica y principalmente a Chile, que, en sus privatizaciones, las internacionales que entran en juego son principalmente de estos países, y buscarán defender el sistema neoliberal en dicho país, para seguir financiando así sus territorios.
Pero también EEUU está en otra situación, en plena cuarentena, está eligiendo entre volver a levantar la economía o tener menos muertos, algo que hubiera sido gravitante para nosotros, de acuerdo a las elecciones que tienen pronto, pero con la bajada de Bernie Sanders, la posibilidad de un socialismo demócrata (lo más a la izquierda que uno esperaría de EEUU), el establishment reordena su agenda y objetivo. Entonces podríamos encontrar un imperio en búsqueda de recomponer sus recursos por miles de lugares, para volver a levantarse. Entonces, creer que van a soltar la sangre en el oriente medio (u oriente próximo para muchos historiadores) se ve muy difícil, más aún, probablemente se seguirán armando y financiando guerrillas internas en esos lugares, pero peor aún, se hará muy accesible una invasión a Venezuela, que solo puede ser frenada por la venta de petróleo a futuro que ha hecho Maduro con China.
Por contraste tenemos una Latinoamérica, si bien amenazada por lo ya mencionado, en especial Venezuela y su petróleo, no deja de ser importante la caída de estas “verdades reveladas del sistema neoliberal” en Brasil y Argentina. Donde Brasil puede volver a encaminar un rumbo distinto al de Bolsonaro, en las próximas elecciones, y donde sus gobernadores están tomando la mayor relevancia y protagonismo político. Argentina recupera muy lentamente la senda planteada post crisis a principios de este siglo. No obstante, nos queda una Bolivia muy golpeada y por su lado, Perú está políticamente desarmada, descubriendo su camino, en un proceso de algún grado parecido al chileno, donde el cuestionamiento a la política es generalizado y los grandes bloques han perdido sus respaldos en las elecciones.
En estos escenarios será clave el camino que retome Chile, donde irá a buscar aliados, que rol cumplirá el Grupo de Puebla, los movimientos progresistas de la región, como se podrá defender de una nueva guerra por la colonización y cómo la sociedad, en un camino paralelo, comienza a mirar la subsistencia como especie nuevamente.